Fernando Gerbasi
Hace casi dos meses escribíamos con relación al diálogo que se
quiere instaurara en nuestro país entre el gobierno y la oposición, que “En
toda sociedad estructurada y democrática el diálogo entre las partes interesadas
es la base y fundamento del entendimiento y progreso. La paz y la concordia
política y social, sólo se alcanza a través del diálogo.” Pero todo ejercicio
de esta naturaleza debe cumplir con un mínimo de condiciones que son necesarias
para que el proceso funcione.
En primer lugar, las partes deben reconocerse y respetarse las
unas a las otras como interlocutores válidos. En segundo lugar, en el caso de
existir mediadores que traten de
facilitar el diálogo estos deben ser escogidos paritariamente por las partes y
nunca impuestos. En tercer lugar, se debe establecer la finalidad del diálogo
para que éste no se convierta en un ejercicio vacuo. De esto último se deriva
la conveniencia de adoptar, tan pronto como posible, una agenda, una metodología
de trabajo y convenir un tiempo predeterminado para alcanzar el o los objetivos
fijados.
El proceso que se adelanta en Venezuela y que tiene el respaldo
internacional, en particular de los Estados Unidos, de la Unión Europea y de la
gran mayoría de los países latinoamericanos, adolece de fallas estructurales
que cada día lo hacen más inviable.
El gobierno, desconociendo totalmente la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela base y fundamento para alcanzar cualquier
acuerdo, no reconoce a la oposición y de
ello hay múltiples y variadas pruebas. A pesar que la oposición, en las
elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, obtuvo la mayoría calificada, el ejecutivo,
que controla a los otros poderes públicos ha utilizado al Tribunal Supremo de
Justicia, especialmente su sala Constitucional, para desconocer las decisiones
de la nueva Asamblea Nacional e incluso generar una innecesaria lucha de
poderes. Pero lo más significativo y de lo que todos tenemos consciencia, es
que el gobierno tan sólo dialoga para ganar tiempo y así evitar la realización del referendo
revocatorio presidencial en el transcurso del 2016, lo que se traduciría no
solo en una pérdida de la presidencia sino específicamente del poder.
El triunvirato de ex presidentes mediadores, cuyo jefatura y
vocería ha asumido el ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez
Zapatero, fue impuesto por el gobierno y la UNASUR. Por lo tanto no ha sido
escogido por las partes ni conforman una representación equilibrada. Desde la Iniciativa Democrática de España y las Américas
(IDEA), 22 ex jefes de Estado y de gobierno han
venido pronunciándose sobre la dramática situación que vive Venezuela y que
cada día empeora más, pero su opinión, y particularmente su representatividad,
no ha sido tomada en cuenta. Existe la posibilidad que el Vaticano pase a
formar parte de los mediadores lo que sin duda sería una valiosa incorporación.
No obstante todo lo anterior, el impedimento mayor que tiene el diálogo es la postura
asumida por el señor Rodríguez Zapatero. Su actitud y declaraciones hacen que
se le vea parcializado a favor del gobierno y que lo que persigue, al igual que
éste, es ganar tiempo para que, entre otras cosas, el revocatorio no tenga
lugar en el 2016 o no se llegue a realizar nunca. Tampoco hay que descartar que
le haga el juego a intereses foráneos que solo piensan en sus réditos
geopolíticos y en los que la evolución de la situación político-económica de
Venezuela es esencial para el logro de sus objetivos. Nos referimos al esfuerzo
de la administración Obama para mejorar las relaciones con Cuba y dejar este
importante logro diplomático como un éxito histórico de su gobierno. Si
Venezuela no sigue colaborando económicamente con Cuba todo se puede ir al
traste. Sabemos por declaraciones del propio Raúl Castro cuán dependiente está
la economía cubana de la venezolana.
Si hasta hace muy poco Rodríguez
Zapatero mantuvo un silencio que para muchos era auspicioso, ante la avalancha
de criticas recibidas, particularmente por parte de miembros destacados de la
oposición venezolana, ha comenzado a dar declaraciones, tanto en Venezuela como
en España, que en lugar de aclarar y explicar su tarea la han hecho más confusa.
Para él, el revocatorio es algo secundario, que puede tener lugar o no. En su
presentación ante el Consejo de Representantes de la OEA ni lo mencionó pero
recientemente en Telesur declaró que “Da igual que no hubiera revocatorio”. Cómo
contrasta esta visión de lo que ocurre en Venezuela con la del estadista
español Felipe González, quien escribió al respecto: “El primer elemento del diálogo es, por eso, el
respeto a la Constitución, a la división de poderes y el cumplimiento
irrestricto de las normas establecidas en ella. Si esto fuera así, estaría
fuera de cualquier controversia el derecho constitucional a promover el
“revocatorio” y las instituciones como el CNE tendrían que cumplir en tiempo y
forma todos los trámites legalmente previstos, salvo que incurran en prevaricación
en sus funciones. Este es un derecho de los representados, no de los
representantes, que son lo que pueden ser sometidos a revocatorio.” Hay que
tener presente que el revocatorio de Maduro no es primordial solamente para la
oposición, lo es esencialmente para los venezolanos – incluyendo a prominentes
y no prominentes chavistas -, ahí están los dos millones de firmas de los
venezolanos que lo avalan cuando tan sólo eran necesarias unas 197.978, para
iniciar el proceso.
Rodríguez Zapatero no ha sabido interpretar
adecuadamente lo que ocurre en Venezuela, tanto a nivel político, como social y económico. Por lo que declara,
todo se reduce a lo económico y por eso presupone que el diálogo resuelva esta
situación. Con esta limitada visión del estado de cosas desconoce que es el
gobierno quien tiene que cambiar radicalmente de políticas o, como piensa la
gran mayoría de los venezolanos, mejor es cambiar de gobierno para poder
cambiar esas políticas erradas, que nos han llevado a situaciones desesperadas
como el río humano formado por 132.000
venezolanos que en un fin de semana atravesaron la frontera con Colombia, para poder comprar
alimentos y medicinas.
En Venezuela hay dos crisis. La política, como consecuencia de un
régimen que se aferra al poder y la humanitaria, derivada de las pésimas
políticas públicas puestas en práctica a lo largo de los últimos 17 años. Quien
no tenga consciencia de ello no comprende lo que ocurre y por tanto no puede sugerir
soluciones.
19 de julio de 2016.
Publicado en: www.elcorreodelorinoco
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