viernes, 13 de julio de 2018

Presentación del libro “ La diplomacia venezolana en democracia 1958-1998”. Casa de América, Madrid. 27.06.2018 Compilador Fernando Gerbasi


Quiero comenzar agradeciendo al Dr. David Alejandro Malavé, Director de Ediciones Kalathos por haberme animado a diseñar y compilar el contenido del libro “La diplomacia venezolana en democracia 1958-1998”. También mi agradecimiento a Artemis Nader, compañera infatigable de David en estas andanzas editoriales.

Para nosotros es sumamente grato realizar esta presentación en Casa de América, que amablemente nos abre sus puertas y, aún más,  por la compañía  de dos dilectos amigos, como lo son Carlos Malamud y Diego Arria.

Este libro pretende recoger el testimonio de aquellos venezolanos que tuvieron responsabilidad en el diseño, coordinación y puesta en práctica de importantes ejecutorias diplomáticas que conformaron lo esencial de lo que fue nuestra política exterior durante el período 1958-1998. Cuando no fue el caso, quienes escriben lo hacen con un profundo conocimiento del tema.

La política exterior que se desarrolló durante el período democrático que va de 1958 a 1998, tuvo su fundamento en lo que establecía al respecto la Constitución Nacional de 1961, por eso fue una política de Estado, que tuvo continuidad en el tiempo y gozó del consenso de las principales fuerzas vivas del país. Ella no respondió a personalismos presidencialistas ni mucho menos a sesgos ideológicos; no fue una política exterior de confrontación, por el contrario fue de diálogo, persuasión y negociación. Respondió a la voluntad integracionista de la región latinoamericana y a la demanda de mecanismos de coordinación y diálogo político. Su norte,  a lo largo de todo este período, fue, de conformidad con la Constitución Nacional, el de “Sustentar el orden democrático como único e irrenunciable medio de asegurar los derechos y la dignidad de los ciudadanos, y favorecer su extensión  a todos los pueblos de la tierra”, por lo que defendimos, en todos los foros internacionales, la democracia representativa como legitimo sistema de gobierno, los derechos humanos, el principio de autodeterminación y repudiamos, consecuentemente, toda forma de colonialismo, ya fuese político o económico, o de segregación racial como el Apartheid.

Son 16 los ensayos que conforman esta presentación de nuestra diplomacia en democracia y los autores, a quienes agradezco su colaboración,  son: Asdrúbal Aguiar, María Teresa Romero, Elías Rafael Daniels, Maruja Tarre Briceño, José Egidio Rodríguez, Rosario Orellana, Andrés Abreu y Verónica Valarino, Héctor Azócar, Vicente Emilio Vallenilla, Leandro Área, Eduardo Praselj, Emilio Figueredo Planchart, Fernando Gerbasi, Frank Bracho, Reinaldo Figueredo y Diego Arria.

Los temas tratados son la promoción y defensa de la democracia como elemento esencial de nuestra política exterior y consecuentemente la efectividad de los derechos humanos; la defensa de nuestras fronteras con los casos de la Reclamación Esequiba y la delimitación de las áreas marinas y  submarinas al norte del Golfo de Venezuela; la cooperación internacional con otros países en desarrollo especialmente con los centroamericanos y caribeños; la  comunicación pública como elemento divulgador de la política exterior; la profesionalización de nuestra Cancillería y los procedimientos para el ingreso de los funcionarios al Servicio Exterior, así como el perfeccionamiento constante de sus conocimientos; el aporte de Venezuela a la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar; el éxito de la diplomacia venezolana en las negociaciones que concluyeron con la adopción del Pacto Amazónico; la integración binacional entre Colombia y Venezuela en la década de los noventa cuando pasamos de la confrontación cuasi bélica,  derivada del ingreso indebido de la Corbeta Caldas en aguas interiores venezolanas, a una cooperación global que fue política de Estado, tanto en uno como en el otro país, y finalmente, pero por ello no menos importante, nuestro aporte a la resolución de conflictos internacionales a través de nuestra participación directa en la Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas de El Salvador y la puesta en práctica, en el Consejo de Seguridad de la ONU, de la Fórmula Arria.

Debo destacar que de manera transversal en el libro, pero también específica a través del trabajo de Frank Bracho quien fuera su colaborador directo durante varios años,  está presente la figura de Manuel Pérez Guerrero, quizás el venezolano que más influencia haya tenido, por sus profundos conocimientos, tenacidad y capacidad negociadora, en las relaciones internacionales, especialmente en aquellas entre los países en desarrollo y los países desarrollados. Se formó en Europa y trabajó en la Sociedad de Naciones a finales de los años treinta, participó en 1945 en la creación de la ONU de la cual pasó a formar parte de su funcionariado, ocupando prominentes posiciones en varias ocasiones. Pérez Guerrero era conocido en los predios de las Naciones Unidas por las siglas en inglés P.G. de sus apellidos, así lo saludaban y trataban los porteros, los funcionarios y hasta el propio Secretario General. Pero, y quién fue Pérez Guerrero en Venezuela? A los 36 años ocupó el Ministerio de Hacienda entre 1946 y 1948. Al retorno de la democracia en nuestro país en 1958, ocupó el cargo de Director de la Oficina de Coordinación y Planificación, CORDIPLAN, Ministro de Minas e Hidrocarburos con el presidente Raúl Leoni y Embajador ante Naciones Unidas, más tarde sería Ministro de Estado para Asuntos Económicos Internacionales en la primera administración del presidente Carlos Andrés Pérez, y continuaría como Asesor para Asuntos Internacionales en el gobierno de Luis Herrera Campins y de nuevo Ministro  de Estado con el presidente Jaime Lusinchi.

Aquellos que tuvimos la suerte y el privilegio de trabajar con él durante varios años, de aprender de su disciplina y  de su vasta experiencia, mucho le debemos puesto que sin lugar a dudas su influencia, en nuestra política exterior democrática fue decisiva. Fue adelantado en la creación de la OPEP, al punto que al decir de un político venezolano, Manuel Mantilla, si Juan Pablo Pérez Alfonso fue el padre la OPEP, Manuel Pérez Guerrero debe ser considerado el abuelo. Tuvo influencia decisiva en la nacionalización de la industria del hierro y en la de la industria petrolera en 1975, y sus tesis influyeron directamente en todos los programas de cooperación internacional que adelantó Venezuela.

Por limitaciones de tiempo y sin menoscabo de la importancia intrínseca de cada uno de los ensayos que conforman este libro, quiero destacar tres por las razones que expondré.

El primero de ellos es el de María Teresa Romero, quien escribe sobre la Doctrina Betancourt y la defensa de la democracia regional. Ella demuestra como la defensa de la democracia, como principio rector de nuestra política exterior a lo largo de los distintos gobiernos del período democrático, contribuyó a la constitución teórica y práctica de lo que hoy en día se conoce como el Régimen Democrático Interamericano, ello, conjuntamente con la Doctrina Betancourt.  Cito la definición que de ella hizo el propio presidente Rómulo Betancourt: “Regímenes que no respeten los derechos humanos, que conculquen las libertades de sus ciudadanos y los tiranicen con respaldo de políticas totalitarias, deben ser sometidos a riguroso cordón sanitario y erradicados mediante acción pacífica colectiva de la comunidad jurídica interamericana”. El Régimen Democrático Interamericano no es otra cosa que  las prácticas colectivas que conforman los medios para la protección, defensa y promoción de la democracia en nuestra región, especialmente a través de la OEA.

Frente a  las discusiones colectivas de qué hacer ante el gobierno de Maduro por parte de la comunidad americana, y las indecisiones de algunos países al respecto, me permití enviarle este trabajo de María Teresa Romero al Señor Luis Almagro Secretario General de la OEA, por considerarlo esclarecedor sobre la materia, y a mi gran sorpresa me enteré que inmediatamente que lo recibió decidió distribuirlo entre todos los Embajadores, Representantes Permanentes ante la Organización. Quizás su lectura tuvo alguna influencia en la redacción de la Resolución sobre la situación en Venezuela, que adoptó la reciente Asamblea General de la OEA, que tuvo lugar a principios de este mes en la ciudad de Washington D.C.

El segundo ensayo al que me quiero referir, trata quizás del logro más importante y exitoso de la diplomacia venezolana, que no es otro que la creación de la OPEP. Maruja Tarre analiza, con profundidad de conocimiento y de manera brillante cómo se gestó esta idea, el papel que desempeño Venezuela desde los primeros contactos que llevó a cabo Manuel Pérez Guerrero en los años cuarenta hasta la constitución de la propia Organización y posteriormente.  Expone el nacimiento de la Organización en Bagdad, en medio de un clima de violencia que en esos días se vivía en Irak como consecuencia de la caída de la monarquía Hashemita cuyo Rey y ministros fueron ajusticiados, lo que obligó, en un momento dado, a que los delegados se refugiaran en un cuarto del hotel, lo que no impidió que continuaran  con su análisis del mercado petrolero mundial que se encontraba en plena depresión de precios a raíz de la abundante entrada de petróleo soviético al mercado. La OPEP nació el 14 de septiembre de 1960, integrada por Venezuela, Irán, Irak, Arabia Saudita y Kuwait. La ONU reconoce a la Organización en 1962 pero muchos no creyeron en ella, en particular en los países industrializados, dándole poca importancia y augurándole pocos meses de vida.

Un hecho esencial de la OPEP es que a pesar de estar constituida por países con gobiernos muy diferentes e incluso rivalidades históricas entre algunos de sus miembros, éstos aprendieron a colaborar y trabajar juntos en pro de la defensa de los precios. Venezuela, por no participar en los conflictos de Medio Oriente asume, en muchas ocasiones, el papel de mediador entre los miembros; tal fue el caso en lo que respecta a los Estatutos de la Organización, ya que ante propuestas distintas de Irán  e Irak, surgió la propuesta venezolana que fue la que en definitiva se adoptó.

La OPEP no solo se ocupó en sus inicios de las cuestiones técnicas petroleras. Entre otras cosas, le dedicó tiempo a un estudio comparado de las legislaciones laborales y las condiciones socio-económicas en los distintos países, lo que contribuyó, de manera decisiva, a mejorar las condiciones de trabajo de los obreros petroleros en todo el mundo. Por cierto, la OIT influyó en mucho en estos estudios. Ello se pudiera explicar , entre otras razones, porque Alfredo Tarre Murzi, padre de Maruja Tarre, y quien participó en la constitución de la OPEP y fue el primer representante de Venezuela ante ella, también era para la época Embajador ante la OIT, Organización de la que había sido funcionario en sus años de exilio durante la dictadura de Pérez Jiménez.

El tercer ensayo es el de la Fórmula Arria en el Consejo de Seguridad, que es uno de los aportes más importantes de Venezuela a la resolución pacífica de los conflictos. El Embajador Diego Arria  muy amablemente aceptó nuestra invitación para participar en esta presentación y quien mejor que él para que nos explique, para comenzar, lo que significa y los alcances de la Fórmula que lleva su nombre.
Muchas gracias!!!!

Fernando Gerbasi