Fernando Gerbasi[i]
Una
vez mas el gobierno venezolano pone en peligro las relaciones bilaterales
colombo venezolanas, a raíz del encuentro privado entre el presidente Juan
Manuel Santos y el líder de la oposición venezolana Herinque Capriles. La
reacción del gobierno venezolano y lideres del oficialismo fue
desproporcionada, grosera y altanera y para nada cónsona con las prácticas que
deben regir el devenir de las relaciones entre dos Estados destinados, por la
geografía, a entenderse.
Esta
reacción fue desencadenada por el presidente de la Asamblea Nacional Diosdado
Cabello, - quien constitucionalmente no tiene nada que ver con la orientación y
manejo de la política exterior del país,-
al declarar que el presidente Santos le estaba poniendo una bomba de
tiempo a las relaciones bilaterales al recibir a un asesino fascista. Tanto Maduro como el canciller Jaua fueron
implacables en sus declaraciones contra Colombia en la persona de su presidente
y gobierno. Para el canciller venezolano
ese encuentro, como minino, tendía a “descarrilar” las relaciones bilaterales y
obligaba a revisar la participación de Venezuela, en calidad de acompañante, en
las negociaciones de paz que se adelantan en La Habana.
Por
su parte, las autoridades del país hermano minimizaron el asunto al punto que
el propio presidente Santos lo calificó de malentendido y decidió que su
gobierno lo resolviera por los canales diplomáticos.
El
gobierno venezolano, ya sea por impericia o voluntarismo político se equivocó
al evaluar lo ocurrido e incurrir en amenazas
que, de ponerlas en práctica, no solo no le aportarían beneficios sino
mas bien mas desprestigio internacional y aislamiento. Si decidiera salirse de
las negociaciones de paz no las pondría nunca en peligro pues éstas han
alcanzado su velocidad de crucero, particularmente después del primer acuerdo
entorno a la cuestión agraria, y por lo tanto, cada día que pasa su éxito o
fracaso son responsabilidad única del
gobierno colombiano y de las FARC. Además, el papel que desempeñó Venezuela,
por muy importante que éste haya sido, hoy en día es marginal pues tan solo actúa
como acompañante del proceso, nunca como facilitador o mediador.
Si
decidiera el gobierno de Venezuela dejar La Habana daría muestras de haber
mantenido una postura insincera en cuanto a la paz de Colombia, y su única
consecuencia sería dejar varados a los negociadores de las FARC en esa ciudad,
que fue bella.
Poner
en peligro las relaciones bilaterales, por razones eminentemente políticas no
puede sino calificarse de temerario a la vez que torpe. Aunque el comercio
bilateral ha decaído y difícilmente volverá a alcanzar el esplendor que
significo durante parte de la década
pasada, particularmente el año 2.008, Colombia,
por su cercanía y facilidad en el transporte,
sigue siendo un abastecedor importante de productos alimenticios,
sanitarios y farmacéuticos en momentos en que el país atraviesa, quizás, por su
peor crisis de abastecimiento en estos rubros.
Toda
la alharaca creada por el oficialismo venezolano ante la visita de Capriles a
Colombia no le traído sino efectos internacionales negativos a éste, y positivos para
Capriles así como para Santos.
Un
hecho bilateral lo potenciaron y lo convirtieron en noticia internacional,
donde destacó el lenguaje destemplado, inamistoso y pendenciero de las
autoridades de nuestro país. Capriles recibió reconocimiento como líder de la
oposición y sus planteamientos sobre el
engaño a los Jefes de Estado de UNASUR que
convinieron en una formula para la
auditoría de todos los votos emitidos en las elecciones presidenciales del
pasado 14 de abril, en lo que se comprometió Nicolás Maduro y que luego no
cumplió, fueron ampliamente difundidos
por la prensa internacional. El presidente Santos, quedó como lo que es, un
demócrata. En esta ocasión unió a los
colombianos entorno suyo, incluyendo al ex presidente Uribe, pues como toda
nación se sienten con el derecho de definir su propia agenda internacional sin imposiciones
externas.
Todo
consecuencia de un gobierno que sufre el desgaste de luchas intestinas, y que
se siente sin piso político. Y de que Maduro no es Chávez.
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