Fernando Gerbasi
Cualquiera que sepa algo de historia,
viva en la zona fronteriza colombo-venezolana, le interese las relaciones internacionales o las políticas públicas,
reconoce que las relaciones bilaterales entre Venezuela y Colombia han sido,
son y serán de la mayor importancia para ambos países. Lamentablemente no
siempre ha sido así. Durante largos decenios prevalecieron las disputas y la
incapacidad de definir y acordar las fronteras terrestres. A partir de 1964, la
cuestión de la delimitación de las áreas marinas y submarinas en el Golfo de
Venezuela, o el diferendo, como se le conoció popularmente, marcaron la
relación bilateral. Llegamos casi a una confrontación bélica en 1987, para
tomar consciencia, tanto en uno como otro país, que era fundamental, en un
momento de cambios profundos en las relaciones internacionales y
particularmente en la geopolítica mundial, que la relación bilateral sólo podía
progresar y sustentarse en una verdadera y sincera colaboración y cooperación.
De ahí los acuerdos de Caracas, Ureña y
San Pedro Alejandrino, suscritos por los presidentes Virgilio Barco y Carlos
Andrés Pérez en 1989 y 1990. Ellos fueron la base sobre la cual se construyó
una década de cambios cualitativos y cuantitativos que fue ampliamente
beneficiosa para las poblaciones de ambas naciones.
Lamentablemente, a partir del año 1999,
con la llegada de Hugo Chávez al poder, paulatinamente lo bilateral se
ideologizó hasta que se le dio preeminencia al vinculo con la guerrilla
colombiana por encima de la relación normal con el legítimo y constitucional
gobierno de Colombia. De ahí los desencuentros y diatribas entre Chávez y
Uribe. Esta situación aparentemente se normaliza como consecuencia del primer
encuentro entre el entonces recién electo presidente Juan Manuel Santos y Hugo
Chávez, que tuvo lugar el 10 de agosto de 2010 en Santa Marta. Ahí nació su “nuevo
mejor amigo”.
Todo lo anterior viene a colación porque
preocupa el papel que nuestro país ha desempeñado durante estos tres largos
años que han durado las negociaciones de paz y las consecuencias que éste pueda
tener para Venezuela.
Siempre hemos dicho que la paz de
Colombia es la paz de Venezuela y seguimos creyendo fervientemente en este
axioma. Y, que el gobierno venezolano debe colaborar en la búsqueda de esta paz
siempre y cuando le sea solicitado por el colombiano. Eso es lo que ocurre en
el proceso negociador de La Habana pero
hay algunos peros…..
La paz de Colombia no puede significar,
en ningún momento y por ninguna razón, que dos graves flagelos que ha tenido y
tiene Colombia se trasladen a nuestro territorio. La violencia generada por la
guerrilla y el narcotráfico.
No cabe duda que el proceso negociador
que se inició con la firma del Acuerdo del 26 de agosto de 2012, fue concebido
en La Habana. Consecuentemente, el gobierno venezolano pasó a desempeñar, desde
el primer momento, el papel de “facilitador de logística y acompañante”. Ello significó que nuestro territorio sirvió para
reuniones de la guerrilla con el
gobierno colombiano. Que el Secretariado de las FARC tuviese y tenga sede en
Venezuela, y por tanto que los trasladásemos y los regresásemos de La Habana,
según sea el caso. Que entorno a los líderes de las FARC, que están en
Venezuela, haya cientos –y por qué no
unos miles- guerrilleros. En fin, que la guerrilla colombiana hace vida en
nuestro país. Entonces, y frente a la profunda crisis en la que estamos sumidos
vale la siguiente pregunta: ¿Cuál será la actitud y cómo reaccionará esta guerrilla, que cohabita entre nosotros, frente a un cambio de gobierno y un renacer
democrático?
En cuanto al narcotráfico la situación,
en nuestra opinión, es más grave, incluso porque es un problema de más difícil
solución. Lo cierto es que hoy por hoy somos un importante país de tránsito,
tanto hacia los Estados Unidos como hacia Europa. Un elevado porcentaje de la
droga que se consume en el mundo pasa por Venezuela. Debido al grado de corrupción y a la
permisividad judicial en la que transcurre la vida nacional, miembros de instituciones
nacionales con responsabilidades medulares, incluyendo la más esencial para la
salvaguardia de la integridad territorial, están involucrados en el
narcotráfico.
No hay que olvidar que el narcotráfico
de Colombia está, hoy en día, íntimamente vinculado a la guerrilla, en
particular a las FARC. Por lo tanto, los dos flagelos, guerrilla y narcotráfico
conforman las dos caras de una misma moneda que deben ser evaluados también
desde un punto de vista político.
25
de abril de 2016
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