Fernando Gerbasi
Una vez más nos vemos obligados a comentar el diálogo entre oposición y
gobierno y lo hacemos porque pensamos que en las actuales circunstancias y tal
como está planteado puede ser una simple trampa cazabobos. No es que nos opongamos a él, pues nadie
puede objetar el mecanismo más sensato que existe para encarar situaciones
conflictivas y encontrar, de común acuerdo, soluciones a tales conflictos que
satisfagan a todas las partes. Desde que existe la humanidad los hombres han
dialogado. En la medida en que las sociedades han avanzado los mecanismos del
diálogo se han perfeccionado.
No obstante, cuando se tiene en frente a un gobierno que aparenta ser
democrático, porque realizan elecciones cuando le conviene pero no las lleva
a cabo cuando sabe que será derrotado, como sería el caso si se realizara el
referendo revocatorio previsto en el artículo 72 de nuestra Constitución, o rompe el hilo constitucional a través del
TSJ, tribunales y el CNE, entonces el
diálogo no es posible. Y no es posible cuando los mediadores ya han tomado
partido de antemano, como es el caso de los tres ex presidentes que el gobierno
buscó para que actuaran como tales.
Si es verdad que la presencia del representante del Vaticano le da
respetabilidad y credibilidad al diálogo, ello en si mismo no garantiza que el
gobierno participe de buena fe, acate lo establecido en la Constitución, libere
a los presos políticos, permita el regreso de los exiliados, no
continúe con la persecución política y busque soluciones reales a los ingentes
problemas que confrontamos los venezolanos, pero por encima de todo, se
comprometa a cumplir con lo establecido en la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela y respete la renovación e independencia de los poderes
públicos.
El Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), Monseñor
Diego Padrón expuso la visión y lo que espera la Iglesia del diálogo, “El diálogo no puede ser sustitución de un derecho del
pueblo. No viene a enfriar al pueblo ni a quitarle la voluntad de revocar. El
gobierno niega la crisis, esconde las colas que los venezolanos tienen que
hacer, pero existen y se mantienen los mismos problemas”.
A través del diálogo el oficialismo lo que está fraguando es una
política de sobrevivencia. Estamos conscientes que se oponen a la realización
del referendo revocatorio porque saben que no solamente Maduro perderá la
presidencia sino que también ellos perderán el poder. Por eso, deben llegar a
toda costa al 10 de enero de 2017, fecha plazo impuesta por la Constitución –
que en este caso si acatarían porque les conviene - cuando sí permitirían el referendo
revocatorio ya que Maduro saldría pero su mandato lo culminaría el
vicepresidente de la República. De esta manera ganarían tiempo hasta el 2019,
tratando de recuperarse como fuerza política pero con toda seguridad seguirían gestionando el
caos como política de Estado y por lo tanto hundiendo, aún más, a Venezuela en
la miseria y desolación.
Nos encontramos en un momento que nos llena de perplejidad. Frente a un
oficialismo que sabe lo quiere y pretende, a una presión internacional
favorable al diálogo pero que pareciera desconocer la realidad de lo que vivimos
y prueba de ello fue el silencio sobre
la democracia en Venezuela que sostuvo la reciente Cumbre Iberoamericana en sus
conclusiones, la oposición se presentó a la reunión del pasado 30 de octubre
dividida y no adecuadamente representada y sin claridad de objetivos.
Si el liderazgo opositor continúa con las marchas y contramarchas,
carente de una visión estratégica unitaria, perderá irremediablemente la
credibilidad ante la ciudadanía y nos expondrá a innecesarias confrontaciones.
Cabe recordar una frase que le escuché en una oportunidad a un
importante líder político brasilero, “La popularidad es como las olas del mar,
va y viene, pero la credibilidad cuando se pierde, se pierde para siempre”.
31 de octubre de 2016.
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