Fernando Gerbasi
@fernandogerbasi
Es cierto que desde hace unas dos décadas Venezuela es
considerada, a nivel internacional, un importante país de tránsito para el paso
de narcóticos hacia mercados importantes de consumo como los Estados
Unidos y Europa. No obstante, existe una
gran diferencia entre lo que ocurría en esta materia en los años noventa y la
manera y forma cómo se nos ve, en este delicado asunto, desde mitad de los años
dos mil.
Venezuela, por su localización geográfica y la extensa frontera
que la une a Colombia, es un paso que pudiera considerarse natural para el
tráfico de droga en especial la que va destinada a Europa, producida en Colombia e incluso en Perú y
Bolivia. Por ello, las autoridades venezolanas, en conjunción con las
colombianas y a través de los correspondientes acuerdos bilaterales,
combatieron y de manera denodada el tráfico de narcóticos por nuestro
territorio durante la década de los noventa. En esa época no se señalaba a
personas o instituciones venezolanas como engranajes del narcotráfico, mucho
menos al gobierno; en cambio, y particularmente a partir de la segunda mitad de
los años dos mil, es más que normal denunciar a personas, políticos, militares,
empresarios e instituciones nacionales, como sujetos integrantes de bandas
organizadas de narcotraficantes.
La Oficina de Control de Activos
Extranjeros (OFAC por sus siglas en inglés) del
Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, decidió desde el año 2008
y como consecuencia de lo que fuera
encontrado en las famosas computadoras del jefe guerrillero colombiano alias
“Raúl Reyes”, que varios venezolanos estaban incursos, conjuntamente con las
Fuerzas Armadas Revolucionaras de Colombia, FARC, en el negocio del narcotráfico. Esta lista ha
sido ampliada posteriormente por lo que al día de hoy hay nueve venezolanos
incluídos en ella. Estos venezolanos proceden de distintas formaciones y
orígenes y a pesar de que la mayoría son militares retirados todos se destacan
por ser miembros del partido de gobierno o afines al régimen por lo que han
ocupado o ocupan cargos de ministros, gobernadores, diputados o miembros de los
servicios de inteligencia y contra inteligencia.
A pesar de que Venezuela es un país en el que no se cultiva, no se
produce coca –aunque desde algunos años han aparecido algunos laboratorios en
suelo venezolano- se ha convertido, a los ojos del mundo, en un gran centro del
narcotráfico internacional como país puente o de tránsito. De conformidad con
expertos en la materia, se ha utilizado la presión política y el control sobre
las vías de comunicación, puertos y aeropuertos, para que venezolanos se involucren
y se lucren directamente de este nefasto negocio que tanto daño le hace a la
humanidad y muy particularmente a la juventud del mundo. Desde territorio
venezolano parten aviones cargados de droga con destino a Honduras y Guatemala
y de ahí, por tierra, hacia los Estados Unidos. Por mar llega la droga a las
costas africanas y desde ahí siguen hacia España para penetrar a Europa.
Fuentes europeas han señalado que el 60% de la coca que ingresa a Europa por
África procede de Venezuela.
Si alguien pudiera haber tenido dudas sobre esta lamentable y
desacreditadora situación no tiene sino que referirse a la reciente decisión
tomada por un jurado independiente de 12 personas, escogidas entre más de 90,
que en la ciudad de Nueva York encontraron culpables por unanimidad a Efraín
Antonio Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, de haber conspirado
para introducir y distribuir grandes cantidades de droga -800 kilogramos- en
los Estados Unidos, lo que está penado con un mínimo de 10 años de cárcel y
como pena máxima la cadena perpetua, ya que fueron calificados desde un principio por
la fiscalía como cabezas de una organización criminal.
Como ambos traficantes son sobrinos de la pareja presidencial
venezolana –que por cierto guarda total silencio después de la decisión del
jurado-, la noticia de dicha culpabilidad ha dado, como es más que normal, la
vuelta al mundo y ha hecho que ahora, más que nunca, se mire a Venezuela como
un narco-régimen o narco-estado.
Cuánta razón tiene el ex presidente de Costa Rica
y Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, cuando declara lo siguiente: "Lo
que tiene Venezuela es un narco - estado; muchos de los altos funcionarios de
ese gobierno han estado involucrados en narcotráfico y saben qué futuro les
espera cuando abandonen el poder", advirtió el ex mandatario. "Esa es
la razón fundamental para negarse a que se haga el referendo revocatorio en ese
país", añadió.
21 de noviembre de 2016.
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