domingo, 23 de octubre de 2011

Brasil, el despertar del gigante.

Fernando Gerbasi

El 1º de enero de 2011 el Presidente del Brasil, Luis Ignacio “Lula” Da Silva, entregará el poder a su sucesor, dejando un país en plena expansión económica, con avances sociales impresionantes y un notable posicionamiento internacional. El secreto del éxito de Brasil está en la continuidad en las políticas económicas, a partir de la puesta en práctica, en 1993, del Plan Real que acabó con la inflación de tres dígitos. Lula ha ejecutado programas sociales, en particular el “Beca Familia”, que han sido efectivos y tienen un impacto transformador en la sociedad brasileña.

Los promedios anuales de crecimiento de la economía, durante los últimos ocho años,  fueron del 4%. Los índices de pobreza se han reducido de un 45% a un 29%: Desde el  2003, año en que asumió Lula hasta finales del 2009, 20,5 millones de brasileros dejaron de ser pobres y 29 millones pasaron a formar parte de la clase media, por lo que podemos afirmar que decenas de millones de brasileros han mejorado su calidad de vida y la clase media se ha ampliado vigorosamente. La tasa de desempleo fue del 7,2% en enero y este año el gobierno espera generar un millón de empleos formales, lo que puede ser superior toda vez que en los dos primeros meses de este año se crearon 390.844. La inflación ha sido muy baja, situándose en el 2009 en un 4.3%, y sus reservas internacionales representan el 15% del PIB, alcanzado la cifra de US$ 240.000 millones.

A pesar de que durante el 2009 la economía brasilera se contrajo en un 0,2%, sigue ocupando el noveno lugar entre las economías más importantes del mundo. El gobierno asume que para el 2016,  Brasil será la quinta economía mundial y su ingreso per cápita, que actualmente gira en torno a los US$ 12,000 deberá llegar a los US$  21.000,  para el 2019. De conformidad con proyecciones gubernamentales, basadas en el buen desempeño durante el último trimestre de 2009, la economía deberá crecer durante este año en un 7,5% cuando el gobierno tan sólo esperaba 5,7%,  impulsada sobre todo por el incremento de las inversiones que se deben situar entre un 16 y un 20%. En la actualidad se están realizando grandes  inversiones para mejorar las carreteras, puertos, aeropuertos y otros medios de  transporte. Uno de los proyectos más ambiciosos será  el lanzamiento de un tren de alta velocidad para unir Río de Janeiro, São Paulo y Campinas. La Copa Mundial de 2014, seguida de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro en 2016, serán un acicate más para generar inversiones para la mejoría de la infraestructura a través de todo el país e incentivar sustancialmente el turismo, ya de por sí importante.

Brasil  obtuvo el año pasado un superávit comercial de US$ 25,3 mil millones y sus exportaciones se encuentran entre las veinte más grandes del mundo. Sus mayores socios son la Unión Europea, Mercosur, Estados Unidos y China. En los últimos años, ha sido uno de los mayores beneficiarios del dinámico crecimiento mundial y ha acumulado riqueza exportando. Para citar un ejemplo, en 2009 absorbió el 45% del mercado mundial del azúcar. Todas estas son razones más que suficientes para que los brasileros voten hoy por la continuidad de esas políticas favoreciendo a la candidata oficialista Dilma Rousseff.  Ahora bien dicho esto hay que señalar que la nueva presidenta, que lo más seguro es que tendrá que ir a una segunda vuelta como consecuencia de los escándalos de corrupción y enfrentamientos innecesarios con los fuertes medios de comunicación que ha mantenido durante las últimas semanas el presidente Lula, no las tendrá todas consigo. Por una parte no tiene el carisma de Lula lo cual podrá suplir, hasta cierto punto, con eficiencia tecnocrática. En segundo lugar, el congreso no le será totalmente favorable y finalmente, se ha desdicho de ciertos planteamientos políticos en lo que tiene que ver con los sin tierra y el aborto. (¿)

En la próxima década, la atención se centrará en el Brasil como potencia económica, y como actor político clave en el escenario internacional. El fuerte repunte económico después de la  recesión del 2009 ha sido impresionante debido, en particular, a la fortaleza y expansión del consumo interno. La credibilidad de la política económica, instituciones sólidas y una amplia gama de productos naturales, agrícolas, industriales y energéticos como las enormes reservas de petróleo en alta mar que tienen  un estimado de cinco mil a ocho mil millones de barriles de crudo liviano y los biocombustibles, destacan la creciente importancia del país como destino para los inversionistas globales. A partir de 2011, se convertirá en un exportador neto de petróleo. Con Rusia, India y China conforma los llamados países BRIC, potencias económicas dominantes en un futuro muy cercano.

El país se ha caracterizado por ejecutar una política exterior de Estado, a través de una cancillería - Itamaraty - reconocida como una de las mejores del mundo. En las últimas décadas ha sabido hacer política exterior de su geografía, aprovechando al máximo su vocación geoestratégica. Ha sido el impulsor, desde la presidencia de Itamar Franco, de la creación de un área de libre comercio sudamericana (ALCSA) que con el pasar del tiempo ha devenido en UNASUR. Brasil es en mucho el MERCOSUR. Hoy en día Sudamérica no es sólo un espacio para la inversión directa de las multinacionales brasileñas, sino que es también destino importante para sus exportaciones con mayor valor agregado. En cuanto a la región, Brasil, a diferencia del pasado, ha demostrado su disposición  a participar en la solución de los conflictos y crisis políticas y pretende una mayor inserción en el sistema internacional. Aspira a ocupar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Durante los últimos años ha sido un activo participante del Foro Económico Mundial de Davos y es miembro activo del Grupo de los 20. Lidera al conjunto de países que representan el 55% de la población mundial y el 68% de la producción agrícola mundial,  en las negociaciones comerciales que tiene lugar en el marco de la OMC.

Con el renacer de la democracia en Brasil, a mediado de los ochenta, las relaciones bilaterales con Venezuela adquirieron una nueva dimensión que se tradujo en un mayor acercamiento político y empresarial,  generando un incremento del comercio bilateral favorable a nuestro país. Ciertamente esas relaciones son hoy en día muy intensas pero desequilibradas, lo que conviene corregir para beneficio de ambos.

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