domingo, 23 de octubre de 2011

Una acusación inoportuna y extemporánea.

Fernando Gerbasi

El triunfo de Juan Manuel Santos a la presidencia de Colombia fue tan contundente,  que en el ámbito bilateral puede interpretarse como una derrota más a las aspiraciones del presidente Chávez de  proyectar, a nivel regional,  su revolución bolivariana, ya que de esta manera Colombia, pieza clave en esta estrategia, por voluntad popular le dio un no rotundo.

Consecuentemente, los planteamientos del nuevo presidente electo colombiano,  desde el mismo momento de su triunfo de restablecer las relaciones diplomáticas y comerciales   con los países vecinos, entiéndase Ecuador y Venezuela, encontraron receptividad en las autoridades de nuestro país. Ello, porque al presidente Chávez, cuya imagen está profundamente deteriorada a nivel internacional, le conviene dar demostraciones de buena vecindad. La designación de María Angela Holguín, diplomática experimentada,  avezada y quien fuera Embajadora exitosa ante Chávez, abría nuevas perspectivas y de allí que el 14 de este mes el presidente anunciara que estaba evaluando la posibilidad de asistir a la toma de posesión, el próximo 07 de agosto, del nuevo presidente de Colombia y autorizaba al ministro Maduro a reunirse con la ministra  designada Holguín. Todo indicaba que era posible pensar en un mejoramiento sustantivo de las relaciones bilaterales con la llegada de Santos a la presidencia.

No obstante, esta política pragmática, fundada en el  dialogo y totalmente distinta a la confrontacional aplicada por Uribe frente a Venezuela no fue del agrado del presidente saliente. De ahí que desde el primer momento fuera enfático al declarar que Colombia no requería de una diplomacia “cosmética”, “babosa” e “hipócrita”. Para detener los avances en el acercamiento Santos – Chávez que ciertamente se venían dando pues ya existían conversaciones “oficiosas” entre personeros representativos de uno y otro,  no encontró mejor vía que desempolvar, el 15 de julio, es decir un día después de las declaraciones positivas de Chávez frente a las iniciativas de Santos,  las reiteradas acusaciones de presencia de jefes guerrilleros en territorio nacional.

Ciertamente el factor de mayor  perturbación en las relaciones bilaterales ha sido y continua siendo las relaciones equívocas, ambiguas y dudosas que existen  entre el presidente Chávez o miembros de su gobierno con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC -EP). Pero también es cierto que hasta ahora Colombia no ha presentado, y mucho menos ante organismos internacionales, pruebas contundentes que demuestren fehacientemente la presencia de la narco guerrilla en nuestro país, en especial de sus jefes. Aún más, no hay que olvidar que Uribe a pesar de hacer estos señalamientos desde 2005 no dudo en solicitar al presidente Chávez, en agosto de 2007, que actuara como mediador entre él y las FARC en la búsqueda de un acuerdo humanitario. A los pocos meses tuvo que retractarse al constatar que había cometido un gravísimo error.

Todo parece indicar que estos movimientos políticos de última hora del presidente Uribe responden más a situaciones internas que al verdadero deseo de desenmascarar, una vez por todas,  la posible colaboración que el gobierno venezolano le presta a las narco guerrillas colombianas. Hay que recordar que María Angela Holguín le renunció a la Embajada ante las Naciones Unidas a Uribe porque éste le nombró a hijos de importantes políticos en su personal diplomático. Fue una postura digna y decorosa que al parecer no se olvida.

El nombramiento de Juan Camilo Restrepo, hombre honesto, serio y respetado en Colombia y declarado crítico de las políticas económicas de Uribe, en particular la agraria,  al frente del Ministerio de Agricultura  no ha caído bien en el gobierno saliente. Ello, porque con toda seguridad tratará de echar luces sobre el escándalo del Agro Ingreso Seguro (AIS) que tanto afectó políticamente a Andrés Felipe Arias, verdadero delfín de Uribe.

El gobierno de unidad nacional propuesto por Santos en el cual tendrían cabida acérrimos críticos de Uribe como el líder de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, a quien se le menciona como futuro ministro del interior tampoco es bien visto por Uribe y sus allegados.

Otros pasos dados por Santos, hasta ahora, marcan importantes diferencias con Uribe, como lo es la búsqueda de una reconciliación entre el Ejecutivo y el Poder judicial o el silencio de Santos frente a las dificultades judiciales que enfrentan varios ex ministros o cercanos colaboradores del presidente Uribe.

En fin, todo pareciera indicar que las denuncias de la presencia de la narco guerrilla en nuestro país no obedecen necesariamente a la voluntad de descubrir la verdad sobre un tema que tanto ha afectado las relaciones bilaterales, sino que por el contrario se pretende ponerle trabas a la futura política exterior de Santos. Y ha tenido efecto. El presidente Chávez ya anunció que no irá a Bogotá el 07 de agosto y amenazó, si la actitud de Uribe persiste, en romper definitivamente relaciones con Colombia.

Por ello concluimos que la acción emprendida por el gobierno del presidente Uribe, si no presenta pruebas contundentes en la reunión del jueves 22 de julio de 2010 de la OEA, es inoportuna y extemporánea. 

Caracas, 19 de julio de 2010. 

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