domingo, 23 de octubre de 2011

El proceso negociador del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura.

Fernando Gerbasi [i]

1.- Introducción.

A lo largo de su historia, la humanidad ha padecido hambrunas. Las causas han sido  múltiples y las encontramos, según los casos, en ciertas actividades humanas, por ejemplo, las guerras, los conflictos étnicos, religiosos y tribales, así como en el mal tiempo y desastres naturales, como las sequías, las erupciones volcánicas y los terremotos. Otro peligro lo representa la uniformidad genética, cuyo ejemplo más impresionante fue la famosa hambruna que sacudió a Europa en el siglo XIX, y causó la muerte de unos dos millones de irlandeses. En esos tiempos las papas traídas de América Latina estaban representadas por  pocas variedades y su cultivo constituía la base alimenticia de los irlandeses, por lo que al sufrir un ataque del hongo (Phytophthora infestans) y como consecuencia de su estrecha base genética, fueron arrasadas las cosechas. Otro ejemplo de los desastres agrícolas causados por la uniformidad genética de los cultivos tuvo lugar en los Estados Unidos de América en el año de 1970, cuando otro hongo (Helminthosporium maydis) atacó y destruyó más del 50% de los maizales del sur, lo que llevó a este país a diseñar y ejecutar una política de conservación de recursos fitogenéticos.

Durante los últimos dos siglos, como consecuencia del desarrollo agrícola e industrial, y la progresiva unificación de hábitos culturales y alimenticios, acentuados más recientemente como consecuencia del proceso de globalización e interdependencia, el número de cultivos, y la diversidad dentro de los mismos, se ha ido reduciendo progresivamente.

En la actualidad no más de 120 especies cultivadas proveen el 90% de las necesidades alimentarías vegetales del ser humano, y, lo que es más grave aún, alrededor de 12 especies vegetales cultivadas y 5 especies animales proveen el 70% de las necesidades alimenticias mundiales, y sólo cuatro especies de plantas (papas, arroz, maíz y trigo) proveen más de la mitad of dietary energy globally.

Durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta, la pérdida de la diversidad se acentúo como consecuencia del desarrollo de la mejora genética que dio lugar a la aparición de variedades comerciales uniformes, y más adaptadas a las técnicas modernas de cultivo, y  a los nuevos sistemas de comercialización, lo que benefició, sin lugar a dudas, a una población mundial creciente y subalimentada. No obstante, este beneficio se vio contrarrestado por el hecho que las variedades modernas, con una base genética más reducida o estrecha (es decir una gran uniformidad genética) desplazaron a innumerables variedades tradicionales, heterogéneas y quizás menos productivas, pero altamente adaptadas a su ambiente local y poseedoras de una base genética amplia, y en general con gran diversidad genética.

La erosión genética,  que no es otra cosa que la pérdida de la diversidad que reduce drásticamente la base genética sobre la que se fundamenta la selección natural, se ve agravada como consecuencia de la desaparición de especies locales, formas silvestres y parientes de las plantas cultivadas, debido a la deforestación masiva o la degradación o contaminación de los hábitats  naturales que, en definitiva, no son otra cosa que la explotación abusiva de los recursos naturales del planeta.

La conservación, el mantenimiento y uso sostenible de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura es un asunto de la mayor importancia, pues de ello dependerá en mucho el poder satisfacer, adecuadamente, las necesidades alimentarias de una población cada vez más creciente y exigente.

El cambio climático está afectando en mucho la producción agrícola mundial por lo que la conservación, disponibilidad y uso sostenible de la diversidad de variedades de cultivos existentes son esenciales para una respuesta global al cambio climático.

2.- La Comunidad Internacional y los recursos fitogenéticos.

Es sabido que los países en vías de desarrollo son los más ricos en recursos fitogenéticos  para la alimentación y la agricultura, lo que encaminó  la búsqueda de un sistema de retribución que cubriese las innovaciones colectivas que han llevado a cabo sus agricultores por siglos. Esto trajo, como consecuencia, a finales de los setenta y  comienzos de los ochenta del siglo pasado, un gran debate en las Conferencias de la FAO. En el año de 1979, durante la XX Conferencia de la FAO, se propuso la firma de un acuerdo internacional y el establecimiento de una red de bancos de germoplasma bajo soberanía internacional, toda vez que los recursos fitogenéticos eran patrimonio de la humanidad  y se requería de un marco legal que garantizase su libre disponibilidad.

La Conferencia de la FAO, en su XXII período de sesiones celebrado en 1983, adopta la Resolución 8/83, contentiva del Compromiso Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos. Se trataba del primer acuerdo internacional general para la conservación y utilización sostenible de la diversidad biológica agrícola. Conviene subrayar que el Compromiso Internacional siendo un instrumento internacional no era jurídicamente vinculante, razón por la cual fue adoptado por muchos Estados, especialmente industrializados,  con reservas lo que era prueba fehaciente de las discrepancias entre el Norte y el Sur en el tratamiento de tan importante asunto.

Esta misma Conferencia aprueba la Resolución 9/83, por medio de la cual creó la Comisión de Recursos Fitogenéticos, como primer órgano intergubernamental permanente para que los países pudiesen, entre otras cosas, vigilar la aplicación del Compromiso Internacional y aconsejar a la FAO sobre sus actividades y programas en la esfera de los recursos fitogenéticos.

Estas decisiones fueron el resultado de un delicado balance político entre los países desarrollados, quienes necesitan el acceso a los recursos genéticos, y el deseo de los países en vías de desarrollo de una distribución más equitativa de los beneficios, incluyendo los de carácter monetario. El proceso continuó con las negociaciones de una serie de acuerdos, los cuales pasaron a formar parte del Compromiso Internacional. En el año de 1991, se habían reconocido la soberanía nacional sobre los recursos fitogenéticos, los derechos de los obtentores y los Derechos del Agricultor.

Al adoptar el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), en el año de 1992, los Gobiernos reconocieron que existían dos temas que requerían de tratamiento particular, los cuales no fueron resueltos por el Convenio: el acceso a las colecciones ex situ  no adquiridas de acuerdo con the CDB (tal es el caso de las colecciones en manos de los  CGIAR’s), y los Derechos del Agricultor (Resolución Nº 3 de Nairobi de 1992), para los cuales era necesario buscar soluciones al interior de la Comisión de la FAO. Para ello,  la Conferencia de la FAO de 1993 solicitó que la Comisión negociara la revisión del Compromiso Internacional, en armonía con el CDB.


3.- El inicio del proceso negociador.

El foro intergubernamental que se utilizó para llevar adelante la revisión del Compromiso Internacional, como era lógico, fue la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura (cuando todavía se denominaba la Comisión de Recursos Fitogenéticos) y el proceso se inició en 1994, a través de su Grupo de Trabajo. Al inicio, se trató de consolidar el Compromiso Internacional incorporándole lo contenido en sus anexos, es decir las resoluciones 4/89, 5/89 y 3/91 de las Conferencias de la FAO; y su armonización con las disposiciones pertinentes del Convenio sobre la Diversidad Biológica. Conviene destacar que para ese momento, y quizás reflejo de las dificultades que encontraba, el Grupo de Trabajo decide reconocer que no tenía mandato para negociar el texto revisado del Compromiso, y se dedicó, entonces, a hacerle anotaciones al borrador preparado por la Secretaría de la FAO, las cuales no comprometían a los Gobiernos sino reflejaban las opiniones de los delegados.

La Comisión se concentró esencialmente, durante los dos primeros años, en tres artículos del Compromiso Internacional revisado, a saber, el artículo 3 (Ámbito), el artículo 11 (Disponibilidad de los recursos fitogenéticos) y 12 (Derechos del Agricultor), y fue preparando, a lo largo del tiempo, varios borradores de texto del Compromiso Internacional revisado hasta llegar al número cuatro a mediados  de 1997. Estos borradores, y muy particularmente el último, contenían en algunos casos, en especial con respecto a los artículos mencionados, numerosas versiones. El texto, en realidad, no era útil pues era una mezcla de conceptos, sin estructura ni principios guías que orientarán la negociación. Esto era prueba de lo complejo y novedoso de la materia que se estaba tratando y cuan encontradas eran las posiciones, no solamente entre países en desarrollo y países desarrollados, sino también entre estos últimos, especialmente entre los Estados Unidos de América, por una parte, y la Unión Europea, por la otra.

Durante la IV Conferencia Técnica Internacional que tuvo lugar en la ciudad de Leipzig, Alemania, entre el 17 y 23 de junio de 1996, me tocó presidir, en mi condición de Embajador de Venezuela ante la FAO, la delegación de mi país a dicha Conferencia pero también concurrí  en mi calidad de Presidente del Grupo de los 77, Capítulo Roma. En esa oportunidad  dirigí los trabajos de uno de los dos Comités que se establecieron para revisar el Plan de Acción Mundial para los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, y me vi involucrado directamente en el proceso negociador. A partir de esa experiencia comprendí cuán importantes son para la seguridad alimentaria mundial y para una agricultura sostenible los recursos fitogenéticos.

Un año más tarde, en mayo de 1997, fui electo por un período de dos años  Presidente de la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura de la FAO, la cual ejercí, por renovación unánime de un segundo mandato, hasta octubre de 2002. Durante ese tiempo, además de llevar acertadamente los trabajos normales de la Comisión, asumí directamente la dirección y orientación de las negociaciones para la revisión del compromiso Internacional para armonizarlo con el Convenio sobre la Diversidad Biológica, que concluyeron con la adopción del Tratado Internacional el 3 de noviembre de 2001. A tales efectos, organicé y convoqué 12 reuniones oficiales y dos oficiosas, amén de un sin número de consultas personales.

Desde que asumí la Presidencia de la Comisión de Recursos Genéticos, intenté darle un nuevo impulso a las negociaciones para la revisión del Compromiso Internacional, a través de una mayor organicidad, tanto del proceso como de los textos que debían considerar los negociadores, así como una visión más política al enfoque negociador. Aunque hubo altibajos, se puede afirmar que el proceso tuvo dos etapas; la primera, de 1994 a 1996, es decir  el período que cubre las primeras cuatro reuniones, y la segunda, a partir de mayo de 1997 hasta la adopción, en noviembre de 2001, del Tratado Internacional, lo que significó un total de doce reuniones.

4.- El consenso de Montreux: “Elementos del Presidente”.

Durante la Quinta Reunión Extraordinaria, que se celebró en Roma entre el 8 y 12 de junio de 1998, constatamos que  aunque se habían realizado progresos en el transcurso de la reunión, había que reconocer que las posiciones seguían siendo distintas y distantes, en verdad,  profundamente divergentes.

Como consecuencia de lo anterior, se convino en dar un tiempo para reflexionar y permitir a las distintas delegaciones analizar las diversas posiciones, efectuar las consultas que considerasen pertinentes e identificar los sectores de posibles compromisos antes de continuar las negociaciones.

Con base a lo anterior, realicé consultas, a partir de agosto de 1998, particularmente con los países que habían sido más activos durante las negociaciones, así como con los otros seis Miembros de la Mesa Directiva, por representar ellos a sus regiones y haber participado también activamente en todo el proceso negociador, a fin de evaluar la situación y luego tomar una decisión sobre una posible reunión extraordinaria que permitiera continuar las negociaciones, siempre que constatara la voluntad política y una actitud flexible y espíritu de compromiso entre los miembros, así como la disponibilidad de fondos extrapresupuestarios para poder realizarla. Buscaba condiciones para alcanzar un entendimiento y superar el impasse en que habían caído las negociaciones, sin por ello generar falsas expectativas. En el caso particular de los países desarrollados, además de las consultas de rigor les pedí también que tuvieran a bien informarme si sus gobiernos estaban dispuestos a contribuir financieramente en la preparación y realización de una sesión extraordinaria de la Comisión, así como, en facilitar la participación de delegados de los países en desarrollo en esa sesión.

De las consultas realizadas, concluí, que si bien existía un amplio apoyo en favor de una terminación rápida de las negociaciones, era necesario constatar que las distintas delegaciones necesitaban realizar más consultas, pues existía la opinión generalizada de que una nueva sesión extraordinaria de la Comisión no se debía realizar aún y era preferible utilizar el tiempo disponible para preparar mejor la continuación de las negociaciones. Como consecuencia de lo anterior, los fondos extrapresupuestarios que los países comprometieron para una sesión extraordinaria, resultaron insuficientes.

Continué las consultas durante el 115º período de sesiones del Consejo de la FAO, celebrado entre el 23 y el 28 de noviembre de 1998. En esa ocasión mantuve conversaciones bilaterales o plurilaterales con los países más comprometidos en el proceso negociador, a saber, Alemania, Angola, Argentina, Australia,  Brasil, Canadá, Colombia, Comunidad Europea, Estados Unidos de América, Etiopía, Francia, India, Irán, Japón, Malasia, México, Noruega, Reino  Unido, Sudáfrica y Suiza. Les expliqué que en mi opinión las negociaciones se encontraban totalmente paralizadas ante la ausencia de la búsqueda de compromisos reales y por una visión negociadora en la que prevalecía la visión científica sobre la política o la diplomática. Consideraba necesario destrabar ese impasse por lo que sugería se me permitiese convocar a una reunión en la que participasen, en calidad de invitados a título personal, los jefes de Delegación de estos países para que en la medida en que pudieran desprenderse de sus instrucciones y posturas negociadoras adoptadas hasta ese momento, tratarán en conjunto de determinar los elementos mínimos que deberían conformar e integrar lo que pudiera ser un acuerdo sobre los recursos fitogenéticos aceptable para todos y cumplir con el mandato de la Conferencia de armonizar el Compromiso Internacional con la CDB.  Señalé enfáticamente que para llevar a cabo esta reunión requería, por una parte, de la buena voluntad de los participantes y por la otra,  la disposición de un país de ser sede de la misma y del aporte de recursos financieros suficientes para poder costear los pasajes de los invitados y otros gastos conexos. La idea tuvo buena acogida y a mi gran satisfacción la delegación de Suiza, en una segunda reunión, me informó que estaba dispuesta a ofrecer Montreux como sede de la reunión y a contribuir con fondos suficientes para su realización. A este último ofrecimiento se unieron Alemania y los Estados Unidos de América quienes aportaron fondos adicionales para apoyar la participación de países en desarrollo en la reunión oficiosa de consulta.

Consecuentemente, el Consejo de la FAO decidió apoyar por unanimidad mi propuesta de realizar una reunión oficiosa de expertos representativos de las distintas regiones y de las diversas posiciones, los cuales, en su capacidad personal, abordarían las cuestiones siguientes relacionadas entre sí: manera de compartir los beneficios, derechos del agricultor, mecanismo financiero, condición jurídica del Compromiso revisado y, en su caso, otras cuestiones, entre ellas el acceso a los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura. Igualmente, decidió acoger el ofrecimiento de Suiza de organizar y hospedar la reunión oficiosa a principios de 1999, bajo la responsabilidad del Presidente de la Comisión de Recursos Genéticos.

También decidió que si el Presidente de la Comisión constataba que los resultados de la consulta oficiosa proporcionaban posibilidades de progresos, éste pidiera al Director General que convocara una reunión extraordinaria de la Comisión, con sujeción a la disponibilidad de fondos extrapresupuestarios;

En cumplimiento de las decisiones del 115º período de sesiones del Consejo de la FAO, como Presidente de la Comisión convoqué,  bajo mi responsabilidad, a expertos de 21 países - todos los consultados durante el Consejo de la FAO más Polonia y Venezuela -  y la Comunidad Europea, para que participaran a título personal en la reunión oficiosa, que se efectuó entre el 19 y el 22 de enero de 1999, en la ciudad de Montreux, Suiza. La reunión oficiosa contó también con el apoyo de la Secretaría de la FAO y del Director General del IPGRI, es decir, José Esquinas-Alcázar, Clive Stannard y Geoffrey Hawtin. Estos tres altos funcionarios internacionales fueron de gran utilidad, por sus conocimientos técnicos y experticia personal, durante todo el proceso negociador. Igual papel desempeñó, en todo lo relativo a los aspectos jurídicos, el Dr. Gerald Moore.

Los participantes discutieron, sin las limitaciones que dimanan de las instrucciones oficiales,  la condición jurídica del Compromiso Internacional revisado, prevaleciendo la idea de que éste debería ser un instrumento internacionalmente vinculante, con una Secretaría ejercida por la FAO y estrechamente relacionado tanto con esta Organización como con el Convenio sobre Diversidad Biológica. La estructura del Compromiso Internacional debería ser tal que permitiera una ágil revisión de todos los aspectos operativos y administrativos. Para facilitar un entendimiento en todo lo relativo al Sistema Multilateral de acceso y distribución de beneficios, se propuso la elaboración de un texto menos ambicioso, con elementos que facilitasen un amplio consenso; el Sistema cubriría, al inicio, una lista restringida de cultivos, establecida sobre la base de los criterios relativos a la seguridad alimentaria e interdependencia, que sería revisada y posiblemente ampliada periódicamente e, igualmente, las colecciones de los Centros Internacionales de Investigación Agrícola (CGIAR’s) formarían parte del Sistema con base a términos previamente acordados con ellos. En lo que respecta a los Derechos del Agricultor, se haría necesario su reconocimiento en el ámbito internacional, quedando bien entendido que el desarrollo de los derechos del agricultor sería responsabilidad de cada Gobierno, quien debería, en la medida en que lo creyese apropiado y de conformidad con sus legislaciones nacionales, proteger y promover dichos derechos. En cuanto a los recursos financieros necesarios para la instrumentación del Compromiso Internacional, éstos se obtendrían a través de un arreglo sobre una estrategia de financiamiento, que haría uso de un amplio conjunto de fuentes de recursos financieros, sobre la base de contribuciones convenidas y predecibles, para instrumentar planes y programas acordados, en particular, en los países en desarrollo.

Ciertamente la convocatoria de la reunión de expertos, para que actuando a título personal analizaran y evaluaran las posibles áreas de entendimiento, que tuvo lugar en la ciudad de Montreux, fue un total acierto and a crucial breakthrough pues permitió que los mismos negociadores de los principales países participantes, debatieran amplia y abiertamente las opciones. Estos debates francos y abiertos me permitieron redactar  lo que posteriormente se conoció como los Elementos del Presidente. Estos elementos no fueron en definitiva que un conjunto de proposiciones de consenso que elaboré bajo mi absoluta responsabilidad, después de escuchar y analizar lo que el Grupo de Expertos, a título personal, consideró que el Compromiso Internacional revisado en armonía con la CDB debía incluir para ser aprobado por la comunidad internacional. Ciertamente, los expertos no lo aprobaron pero si consideraron que el Presidente había recogido adecuadamente el consenso emanado de la consulta oficiosa.

Posteriormente sometí los Elementos del Presidente  a la consideración de la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura, que los aprobó por considerar que si bien se presentaron bajo la responsabilidad única del Presidente,   los Elementos reflejaban un amplio consenso y proporcionaban una base sólida para la continuación y el avance de las negociaciones.

Los Elementos del Presidente fueron adoptados por la Comisión, en su Octava Reunión Ordinaria celebrada del 19 al 23 de abril de 1999, y ésta decidió que ellos se tomaran como base para continuar avanzando en las negociaciones. Tal decisión fue apoyada posteriormente por el Consejo de la FAO, en su 116° período de sesiones y por la propia Conferencia de la Organización, en su 30° período de sesiones, que tuvo lugar del 12 al 23 de noviembre de 1999. Estos apoyos políticos, en el seno de la Organización, fueron de la mayor importancia para la prosecución de las negociaciones pues como  Presidente no permití, a partir de ese momento, que en el transcurso de las negociaciones los negociadores se apartaran en sus propuestas, de manera significativa,  de lo contenido en los Elementos del Presidente.

Una de las innovaciones que introduje en las negociaciones a partir de ese momento fue la utilización de los llamados “Grupos de Contacto”, tan en boga en otros procesos negociadores en el seno de la ONU.  En tal sentido establecí un Grupo de Contacto del Presidente, integrado por 41 países (Alemania, Angola, Argentina, Australia, Benin, Brasil, Burkina Fasso, Canadá, China, Colombia, Comunidad Europea, Corea (República de), Cuba, Estados Unidos de América, Etiopía, Filipinas, Finlandia, Francia,  India, Irán (República Islámica de), Japón, Libia, Malasia, Malta, Marruecos, México, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Polonia, Reino Unido, Rumania, Samoa, Senegal, Sudáfrica, Suiza, Tanzania (República Unida de), Uruguay, Venezuela, Zambia, Zimbabwe), en el cual y de conformidad con el principio de una representación geográfica justa y equitativa, estaban representadas  las siete  regiones que  conforman la FAO, es decir, África, Asia, América Latina y el Caribe, América del Norte, Cercano Oriente, Europa y el Pacifico Sur Occidental. En innumerables ocasiones uno de los Vicepresidentes tuvo a su cargo un pequeño Grupo de Contacto para tratar una cuestión en particular cuyos resultados eran trasmitidos al Grupo de Contacto del Presidente  que por lo general aceptaba lo acordado. El Grupo de Contacto del Presidente se reunió siete veces a partir de abril de 1999, por lo que se puede inferir que el período más activo y positivo de las negociaciones es el que va de abril de 1999 a noviembre de 2001. Fueron dos años intensos de negociaciones y consultas no sólo entre los países que integraban  el Grupo de Contacto del Presiente sino entre éstos y los restantes miembros de la Comisión,  a través de los Grupos Regionales de la FAO.

Pero quizás la innovación más importante fue la de permitir la participación de ONG importantes,  en representación de otras, en los trabajos del Grupo de Contacto, como fue el caso de Rural Advancement Foundation International (RAFI), cuyo director era Pat Mooney, who is widely regarded as an authority on agricultural biodiversity and new technology issues, and the International Association of Plant Breeders (ASSINSEL) que reune en su seno a los breeders de todo el mundo.

5.- Principales aspectos de la negociación.
En la Octava Reunión Ordinaria de la Comisión, que tuvo lugar en abril de 1999, se adoptó el primer artículo fundamental cual fue el de los Derechos del Agricultor, que en el fondo ya estaba convenido en los Elementos del Presidente. Fueron partes esenciales de este acuerdo el Grupo Africano, la Unión Europea y los Estados Unidos de América. Aunque el Grupo Africano fue criticado por algunas otras delegaciones, y más particularmente por ONG al señalar que se habían hecho concesiones demasiado pronto, la razón de ser de esta actitud estaría en el reconocimiento internacional de la legislación nacional como fundamento para adoptar las medidas pertinentes para proteger y promover los derechos del agricultor. En todo caso, la adopción de este artículo, que nunca más fue modificado, fue auspiciosa para el resto del proceso negociador.

Para la elaboración de la lista de cultivos comprendidos en el sistema multilateral, se efectuaron investigaciones importantes llevadas a cabo por el IPGRI y funcionarios de la FAO, con el apoyo del gobierno italiano. Los resultados de estas investigaciones permitieron negociar la lista en el 2001, particularmente en los días finales antes de la adopción del Tratado. No obstante, conviene recordar que algunos grupos regionales tenían posiciones bastante definidas como era el caso de la Unión Europea que presentó una lista tentativa larga y amplia mientras que el Grupo Africano prefería una lista corta y concisa. Lo cierto es que las negociaciones sobre este importante asunto realizadas a última hora permitieron que México y Perú excluyeran ciertas subespecies de maíz, China la soja y Brasil el tomate. En definitiva, se puede concluir señalando que lamentablemente importantes cultivos del Sur están excluidos de la actual lista quizás porque no se llegó a entender cuán importante es el vínculo entre ésta y el sistema multilateral de distribución de beneficios.

Con respecto a la distribución de beneficios, en particular los monetarios y que son el verdadero concepto innovador del Tratado,  hay que reconocer el aporte fundamental que realizó ASSINSEL, que siempre participó como observador en el proceso de negociación, al declarar,  en junio de 1998 y con base a una decisión de su Asamblea General celebrada en Monte Carlo el 5 de junio de 1998, que “En la eventualidad de una protección a través de patentes, que limitase el libre acceso a nuevos recursos genéticos, los miembros de ASSINSEL estaban listos para estudiar un sistema en el cual los propietarios de las patentes contribuirían a un fondo establecido para colectar, mantener, evaluar y fortalecer los recursos genéticos. El mecanismo para implementar este sistema necesitaba ser discutido”. De ahí en adelante las negociaciones evolucionaron hasta lograr lo que quedó plasmado en el Tratado Internacional.

Brasil siempre mantuvo una celosa postura en defensa de la CDB, toda vez que fue adoptada en Río de Janeiro en junio de 1992, razón por la cual cuando propuse que el texto acordado se denominara “Convenio Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura”, la delegada que representaba a este país en esos momentos finales se opuso enfáticamente al uso de la palabra “Convenio”, lo que me llevó a proponer entonces la palabra “Tratado”, que en última instancia tiene una connotación más fuerte.

6.- Conclusiones.
Aún hay muchas cosas pendientes para hacer más efectivo y eficiente el Tratado Internacional y ciertamente el Órgano Rector  está trabajando en ellas.

Sin embargo, pensamos que aunque hoy en día 123 países son Partes Contratantes, se hace más que necesario difundir, tanto a nivel de los gobiernos como de la sociedad civil, la importancia del contenido del Tratado Internacional. Esto se puede lograr a través de talleres, foros y seminarios pero especialmente desarrollando y fortaleciendo las  redes regionales y subregionales de recursos fitogenéticos en las que los investigadores, fitomejoradores, agricultores y miembros de la sociedad civil interesados en estos asuntos promuevan condiciones  políticas para que el intercambio técnico entre ellos se de y contribuya a la implementación del Tratado Internacional. Además, hay que promover la constitución de los National Focal Points en un mayor número de países miembros.

Pasado el tiempo, hoy constatamos que sería de la mayor importancia revisar la lista de cultivos comprendidos en el sistema multilateral, para incluir en ella cultivos de la mayor importancia como sería el caso de la soja y del tomate, así como muchos otros propios a los países en desarrollo de forma tal que la distribución de beneficios en el sistema multilateral se amplié.

Es necesario que se clarifique lo contenido en el Artículo 12.3d:
“Recipients shall not claim any intellectual property or other right that limit the facilitated access to the plant genetic resources for food and agriculture, or the genetic parts or components, in the form received from the Multilateral System”.

La Unión Europea y varios de sus miembros al ratificar el Tratado Internacional dejaron sentada por escrito la siguiente interpretación:
"The European Union interprets Article 12.3.d of the International Treaty on Plant Genetic Resources as recognizing that plant genetic resources for food and agriculture or their genetic parts or components which have undergone innovation may be the subject of intellectual property rights provided that the criteria relating to such rights are met."

La clarificación que deberá realizar el Órgano Rector será la de determinar cuáles cambios afectarán el derecho de propiedad. Ciertamente no será tarea fácil pero indiscutiblemente necesaria.

El Tratado Internacional es, sin lugar a dudas, un arreglo internacional de la mayor importancia, tanto para los países en desarrollo, desarrollados como aquellos con economía en transición. Sus disposiciones responden a los intereses reales de todas las Partes. Podemos, además afirmar, que toma debidamente en cuenta los intereses de otras partes interesadas como pueden ser las comunidades autóctonas, las Universidades, los Centros de investigación y el sector privado, en general. Este es el primer gran acuerdo internacional del nuevo milenio.

Los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura son una condición sine qua non para el desarrollo sustentable de la agricultura, es por ello que existiendo un acuerdo sobre la repartición justa y equitativa de los beneficios, incluyendo aquellos de carácter comercial, éste provee un incentivo a los agricultores de todos los países, en especial aquellos de los países en desarrollo y con economías en transición, para conservar y utilizar sosteniblemente los recursos fitogenéticos para beneficio de todos.

A través del Tratado Internacional los países convinieron en que estos recursos fitogenéticos son vitales para la sobrevivencia y bienestar de las presentes y futuras generaciones, por lo que la conservación, el mantenimiento y uso sostenible de estos recursos es causa trascendental.
Caracas, abril de 2010.



[i] Former Chairman of the Commission on Genetic Resources for Food and Agriculture. 1997 – 2002.
Former Chair of the Interim Panel of Eminent Experts (Global Crop Diversity Trust) 2002 – 2007.

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