domingo, 23 de octubre de 2011

Ponencia « Expansión internacional del proyecto bolivariano « Socialismo del Siglo XXI » » del Embajador Fernando Gerbasi, Director del Centro de Estudios Estratégicos y Relaciones Internacionales, CEERI. XX Seminario de Seguridad y Defensa . Toledo, 26 – 27 de junio de 2008.

Ciertamente el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, se ha convertido en personaje imprescindible de las primeras páginas de los principales diarios del mundo como consecuencia de sus elocuentes declaraciones y posturas revolucionarias, enfrentamientos constantes contra el imperialismo norteamericano y sus aliados o reacciones desproporcionadas frente a políticas adoptadas por terceros. Para muchos y en distintos confines adelanta una gran revolución en  favor de los pobres y desposeídos. Sin embargo, sus alianzas con países de dudosa reputación democrática o considerados como “Estados forajidos” o el apoyo que brinda a movimientos terroristas así como la carrera armamentista en la cual se ha embarcado, genera, hoy por hoy, preocupación en muchos gobiernos, organizaciones no gubernamentales, partidos políticos, generadores de opinión y en fin, en un amplio espectro de la opinión pública internacional.

Las relaciones internacionales pasan por un momento particular que puede  calificarse de difuso e impreciso, en momentos en que varias crisis de gran magnitud, como la alimentaria, la de los altos precios de la energía, la del medio ambiente y la posibilidad real de una recesión generalizada, ponen en peligro la paz y la estabilidad mundial.

De aquel sistema internacional de unos pocos poderosos estamos pasando, paulatinamente a uno nuevo en el que surgen  nuevos actores con capacidad de acción mundial o regional, pero aún no han podido demostrar su capacidad de  asumir adecuadamente sus responsabilidades y hacerse coparticipes en las decisiones internacionales, especialmente cuando reconocemos que vivimos en un mundo globalizado e interdependiente. A ello  hay que agregar que al lado de los Estados   una gran variedad de  organizaciones globales o regionales, de Organizaciones No Gubernamentales, empresas trasnacionales así como medios trasnacionales de comunicación social, milicias, movimientos religiosos,  movimientos  políticos y organizaciones terroristas han alcanzado un cierto grado de poder.

Podemos entonces concluir que entramos en una era en la que el mundo no está dominado por uno o dos   Estados como en el pasado reciente, ni mucho menos por varios Estados sino por múltiples actores que poseen y ejercen varios tipos de poder. Esto es lo que Richard N. Hass, [1]Presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos llama la “Edad de la No Polaridad”.

La América Latina,  a pesar de sus riquezas naturales y la que ha generado como consecuencia del progreso económico sigue siendo esencialmente un continente desigual. Según el Grupo de Biarritz[2], que agrupa en su seno a más de 25 ex-jefes de Estado latinoamericanos, nuestra región ha vivido en los últimos años una crisis de gobernabilidad. Aunque realizó un gran esfuerzo por redemocratizar sus sitemas políticos, ella confronta, hoy por hoy, tres amenazas a su estabilidad política : aquella que  deriva de la propagación dentro de la región de nuevas patologías globales como el narcotráfico, el terrorismo, la corrupción y el armamentismo ; otra que suge de las tensiones debido a  las rupturas sociales como consecuencia de la aplicación, en la década de los noventa del modelo de desarrollo neoliberal y la última, que nace de la propia incapacidad de los sistemas políticos latinoaméricanos tradicionales – partidos, gobiernos y congresos – para manejar estas  coyunturas de ruptura.

Conviene entonces detenerse un momento en la política internacional que adelanta su gobierno y los fines que persigue, en particular a partir de 2004 cuando se consolida en el poder con su triunfo en le llamado referendo revocatorio al cual convocaron las fuerzas democráticas que lo adversan.


El Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez,  desde finales del 2004 viene aplicando una política exterior enmarcada en los cambios cualitativos y cuantitativos que se han dado en las relaciones internacionales y los ha aprovechado positivamente para establecer fuertes alianzas geopolíticas, geoestratégicas y geoeconómicas, tanto a nivel regional como mundial,  que dan soporte y difusión  internacional  al proyecto revolucionario bolivariano que él dirige.

La política exterior de Venezuela se desarrolla en el marco conceptual del llamado “Socialismo del Siglo XXI” y busca profundizar, proyectar y expandir geográficamente la “Revolución Bolivariana”. Por lo tanto,  delinea claramente la idea del enfrentamiento de dos polos ideológicos: Capitalismo versus Socialismo, y  como propuesta única y alternativa para Venezuela y el mundo: el Socialismo del Siglo XXI que emana de la Revolución Bolivariana.

De allí se desprende que el interés internacional de Venezuela es establecer preponderantemente relaciones internacionales basadas en un intercambio político-ideológico como primera bandera, por encima de los intereses económicos, con países que compartan la postura antiimperialista. Su arma de “negociación”: el petróleo.

Para lograr sus objetivos el interlocutor principal serían las organizaciones y grupos sociales, facilitando el sistema de relaciones entre ellas y de estas con los gobiernos, en especial las que hacen vida en países con pensamiento contrario al socialismo, con la idea de convertirlas en “semillas de nuevos estados para la construcción de un mundo nuevo”. [3]

Todo esto quedó ratificado en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación para el período 2007-2013[4], aprobado por la Asamblea Nacional el 13 de diciembre de 2007, el cual tiene un extenso capítulo  dedicado al tema  de las relaciones internacionales denominado: “Nueva Geopolítica Internacional”, que  se basa en la diversificación de las relaciones políticas, económicas y culturales, con la idea de construir un mundo multipolar, a través de la creación de nuevos polos de poder que representen el quiebre de  la hegemonía del imperialismo norteamericano y en el que el desarrollo energético desempeñará un papel fundamental. Lo que se pretende es, a través de  la expansión de la revolución bolivariana, consolidar un nuevo liderazgo internacional del “Socialismo del Siglo XXI”, para en definitiva fortalecer el proceso internamente.

Este Plan traza   los siguientes objetivos fundamentales: 

Identificación y definición de una política de construcción y articulación de los nuevos polos de poder geopolíticos en el mundo, mediante nuevos mecanismos de integración y la construcción de una innovadora matriz de poder mundial, a través de cambios en el ámbito financiero, mediático, militar y político.

Afianzamiento de los intereses políticos comunes entre los países, dándole prioridad a los valores políticos compartidos y a partir de allí diseñar estrategias comunes para el intercambio económico y social.

Establecer como puntal para la conformación de un nuevo mapa geopolítico el desarrollo energético. Venezuela debe convertirse en exportador integral de energía. Buscará internacionalizar, bajo la figura de empresas mixtas, la exploración, producción y comercialización de la energía, promoviendo las alianzas estratégicas, con inversiones extranjeras no controladas por los ejes hegemónicos.

Construcción de nuevos esquemas de cooperación económica y financiera para el apalancamiento del desarrollo integral y el establecimiento del comercio mundial justo.

Profundización del intercambio cultural, educativo, científico y comunicacional, a través de redes de comunicación alternativas entre los Estados aliados. Fomentar discusiones académicas en la búsqueda de las soluciones que demandan el intercambio político y económico de la Revolución Bolivariana, entre Estados, organizaciones gubernamentales, grupos sociales y ciudadanos del mundo. La transmisión de información y  de producción de conocimiento será centralizada a través de las embajadas venezolanas y soportada por una plataforma tecnológica.


En el marco de los antes expuesto, el Gobierno Bolivariano ha logrado alianzas extra regionales fundadas en valores políticos compartidos, especialmente con Irán, Siria, Bielorrusia y Rusia, mientras que con China, India, Vietnam, Malasia y otros, se pretende una mayor relación económica, social, cultural, científica y tecnológica.

Vale la pena detenerse en algunas de esas alianzas por su carácter emblemático. Tal es el caso de la relación con Irán, cuyos objetivos esenciales son: romper la hegemonía del imperio norteamericano, promover intereses comunes antiimperialistas y consolidar una postura común en los organismos internacionales. Con este país hemos suscrito 170 acuerdos en las más variadas áreas que van desde la petrolera hasta la construcción de bicicletas pasando por la creación de fondos financieros binacionales de cooperación internacional. En abril del presente año, durante la V Comisión Mixta binacional, ambos países suscribieron nuevos convenios y discutieron 192 proyectos conjuntos.

Chávez le ha abierto a Ahmadinejad las puertas de Bolivia, Ecuador, Nicaragua e incluso de Cuba. Esta nueva influencia que se hace presente en nuestra región no es vista con buenos ojos por la gran mayoría de los países latinoamericanos, incluyendo Argentina y Brasil.

Venezuela ha apoyado a Irán frente a las sanciones que le ha  impuesto la ONU; ello llevó a Javier Solana a declarar oportunamente que “estas no son las mejores amistades para ningún país de la América Latina y no creía que hubiera ninguna ventaja en hacer relaciones con un país que está sancionado por la ONU”.

En lo que respecta a Bielorrusia, Chávez y Lukashenco han intercambiado visitas oficiales y han suscrito más de treinta acuerdos bilaterales en diversas y variadas áreas entre los que destaca uno de cooperación técnico-militar por el cual Bielorrusia dotará a Venezuela de un sistema de defensa. Entre ambos gobiernos existe una amplia aproximación política.

Rusia se ha convertido en el gran proveedor de armas para Venezuela, donde  ha adquirido desde fusiles Kalashnikov, así como la licencia para producir estas armas y sus municiones, pasando por 24 aviones Sukhoi, helicópteros y posiblemente adquiera, en los próximos meses, como mínimo dos submarinos clase Varshavianka, lanchas patrulleras Mirage, buques Murena-E y sistemas móviles costeros capaces de abatir con sus cohetes embarcaciones a distancias de hasta 130 kilómetros. Las  compras ascienden a unos 4.000 millones de US$, pudiéndose duplicar durante los próximos años según declaraciones de las propias autoridades rusas.

La adquisición de material y equipos militares, tanto en Rusia como en otros países,  que está por encima de las necesidades reales del país en materia de defensa y seguridad, unido a la creación del cuerpo de Reserva Nacional que abarca ya unos cien mil hombres,  ha generado inquietud en varios países del hemisferio.

Uno de los rasgos más visibles de esta nueva política exterior venezolana es la utilización permanente de la dialéctica de la confrontación con aquellos países que considera sus adversarios ideológicos. Así, en el desarrollo de esta política se suelen provocar roces, tensiones, incidentes diplomáticos, hasta crisis que han llegado al extremo de desplegar efectivos militares en la zona de frontera como ocurrió en el pasado reciente con Colombia. Todo ello genera un clima de animosidad sin precedentes en las relaciones internacionales de la Venezuela contemporánea.


En cuanto a la América Latina, procura un nuevo MERCOSUR y una nueva CAN, la consolidación del eje Cuba – Venezuela – Bolivia y del ALBA como alternativa a los TLC, el fortalecimiento de la integración latinoamericana a través de mecanismos como UNASUR, Petrosur, Petrocaribe, Petroandina, Banco del Sur, Telesur, iniciativas éstas que están apuntaladas en la bonanza petrolera y que persiguen elevar el protagonismo de la “revolución bolivariana”. En suma, lo que se ha logrado en la práctica es afectar los mecanismos de integración vigentes.

Pretende, en definitiva, la conformación de un Bloque Latinoamericano de Poder, que lleve al establecimiento de una nueva institucionalidad basada en la democracia participativa, la inclusión de los pueblos y su participación en mecanismos internacionales. Igualmente quiere neutralizar la acción del imperio fortaleciendo los movimientos alternativos sociales, agrupaciones campesinas, organizaciones indígenas, entidades cooperativas, movimientos sociales, “intelectuales progresistas”, incluyendo los existentes en los propios Estados Unidos, por citar algunos.

Lo anterior ha significado que  además de los canales tradicionales de las relaciones Estado-Estado con los gobiernos de ideologías afines, se ha ido conformando una nueva vanguardia con los movimientos sociales, particularmente latinoamericanos,   para dar forma a esa penetración de la ideología bolivariana en el continente. Para ello  se ha puesto en marcha una política de financiamiento y ayudas al exterior, especialmente dirigida a los sectores menos favorecidos, a través de programas de ayuda  en materia de salud, educación, deportes, soportada por los altos ingresos petroleros, que paralelamente muestra al mundo el proyecto político del Presidente Chávez.[5]

Las embajadas venezolanas se han convertido en difusoras y promotoras del contenido, objetivos y logros de la Revolución Bolivariana,  promoviendo la movilización de masas, en los países ante los cuales se encuentran acreditadas,  en apoyo al proceso revolucionario.[6]

Todo lo anterior se ha traducido por una injerencia en los asuntos internos de otros Estados latinoamericanos lo que ha motivado serias protestas oficiales en Perú, Costa Rica, El Salvador, Chile e incluso la solicitud de retirar al Embajador como en México y Argentina. La alianza política sustentada en la capacidad financiera de Venezuela así como la presencia de asesores y técnicos, incluyendo en algunos casos militares, es incuestionable con  Bolivia, Nicaragua y Ecuador. En el caso de Cuba existe esa alianza y elevado apoyo económico pero son los cubanos quienes tienen una masiva presencia en nuestro país en calidad de asesores en materia de seguridad, defensa, educación, salud, deporte e incluso telecomunicaciones.

Mención particular merece la relación con Colombia.

Desde la llegada del Presidente Chávez al poder dos concepciones distintas han prevalecido entre Colombia y Venezuela en cuanto al ejercicio de la  democracia, el papel del comercio internacional en pro del desarrollo interno, las relaciones regionales y el equilibrio geopolítico. No obstante, ello no ha sido óbice para que las relaciones bilaterales no continuaran desarrollándose, con altibajos, e incluso crecieran en lo que respecta al intercambio comercial, la relación económica y la cooperación en distintas áreas y sectores, en particular el energético.

Para Colombia es necesario preservar el creciente intercambio comercial, en particular las exportaciones de ese país hacia Venezuela, así como la relación económica al tiempo que contener cualquier expansión del proyecto bolivariano en su territorio que pudiera afectar adversamente la política de “seguridad democrática”. Para Chávez, Colombia representa un obstáculo significativo para la promoción y puesta en práctica de su proyecto político, especialmente por su relación privilegiada con los Estados Unidos, de ahí que pretenda una mayor influencia en la vida política colombiana con miras a conquistar en las próximas elecciones de 2010 un presidente afín a su proyecto geoestratégico regional o incluso un aliado incondicional.

El grave error del Presidente Chávez ha sido la alianza estratégica que estableció  con las FARC, particularmente a partir de septiembre de 2007 y la cual lo llevó a defenderlas internacionalmente. Ella fue corroborada por los documentos conocidos hasta ahora de las famosas computadoras del jefe guerrillero Raúl Reyes. Este apoyo incondicional a un movimiento terrorista, vinculado al narcotráfico, ha desdibujado mundialmente la imagen del buen revolucionario que de Chávez algunos tenían. Esa alianza se estableció en aras del proyecto revolucionario del “Socialismo del Siglo XXI”.

Concluyo señalando que  la expansión continental del Proyecto Bolivariano se ha revelado como uno de los ejes centrales de la actual política exterior venezolana. Como puede constatarse, la exportación del modelo político “Bolivariano” se apuntala en los ingentes recursos financieros provenientes de los altos precios internacionales del petróleo puestos al servicio de este proyecto y operativamente a través de los diversos grupos y movimientos alternativos que se han constituido en el hemisferio. 

En definitiva, para muchos gobiernos, políticos y especialistas, el Presidente Hugo Chávez por su carácter impredecible y poco confiable, sus alianzas estratégicas con países calificados de forajidos, con movimientos terroristas dentro y fuera de la región, se  ha convertido en un factor que potencialmente pone en peligro la paz y estabilidad regional e incluso mundial. Todo depende de las circunstancias que tenga que afrontar y cómo las quiera aprovechar para beneficio propio y de su proyecto político denominado “El socialismo del Siglo XXI”.



[1] Hass, Richard N. “The age of Nonpolarity. What will follow U.S. Dominance”. Foreign Affairs, May/June 2008.
[2] Ver en Internet en la siguiente dirección electrónica: http://www.cmeal.org/grupo-de-biarritz.php
[3] Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela (2007). Exposición de Motivos del Proyecto de Reforma Constitucional presentado por el Presidente de la República: Presidencia de la República”. Proyecto Reforma Constitucional. Propuesta del Presidente Hugo Chávez. Agosto 2007. http://www.analitica.com/media/9949568.pdf

[5] Lourdes Cobo. “Venezuela y el mundo transnacional: Instrumentación de la política exterior venezolana para imponer un modelo en América Latina”. www.ildis.org.ve/website/administrador/uploads/DocumentoVenezuelayelMundoTransnacionalCobo.pdf
[6] Basado en el Plan Nacional de Desarrollo de Venezuela 2007 – 2013 y en la Exposición de Motivos al Proyecto de Reforma Constitucional propuesto por el Presidente Hugo Chávez.

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